Cuántas veces en conversaciones y charlas entre maestros y maestras hemos dicho: "Esto habría que escribirlo, esto sí es la verdad de la escuela y no lo que cuentan en la tele o en los periódicos". Y es que cada profesión vista desde dentro y trabajada todos los días difiere mucho de los estereotipos que la población en general tiene asumidos sobre ella. Y más en la enseñanza. Porque hay oficios en los que los que los profesionales de los mismos gozan de una cierta autoridad y sus opiniones son respetadas, pero otras como la docencia no. Pocas personas le discuten a un médico o a un panadero sobre su trabajo, pero todo el mundo se ve capacitado a intervenir y opinar sobre la escuela, contradecir a los maestros y si es preciso ponerlos a parir. Visto desde esta óptica, la mayoría de los maestros-as (en adelante usaré poco maestros-as, niños-as, padres-madres... por funcionalidad en la escritura y la lectura) se limitan a hacer su trabajo, a prepararse sus clases, a reciclarse, pero hablan poco de la escuela, excepto cuando se juntan varios en una boda o en la playa y a la media hora ya están charlando de la escuela apasionadamente. Harían falta más voces de los enseñantes en la sociedad para explicar qué es lo que hacemos de las nueve a las dos de la tarde con los niños en las escuelas.
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